L'Havana, Malecón. Foto: Teresa Amat



dilluns, 21 de desembre del 2009

"El país de los inventos"


En el meu llibre Castracions. Cinquamta anys de revolució cubana, descric com són de creatius els cubans (allò és creació i no les obres a què ens tenen acostumats els artistes dels nostres patiments) a l'hora d'inventar-se la subsistència quotidiana. Algun incrèdul s'ha pensat que exagerava. Com a prova que no exagerava gens ni mica, podeu llegir aquest article de La Vanguardia d'avui, del seu corresponsal a l'Havana, Fernando García (no us espanteu per la llargada, es llegeix com si res i val molt la pena):

"Los cubanos le encontramos arreglo a todo". La frase es de Carlos Rojas, un joven mecánico de La Habana. El suyo es el perfil idóneo para ilustrarnos sobre la que es ya una seña de identidad de Cuba: la capacidad para el invento cotidiano, la ingeniería precaria, la reparación inverosímil y eficaz con las que suplir la falta de casi todo.

El término Aurika 70 no dirá nada al lector. Pero todo cubano sabe que hablamos de una aportación clave de la Unión Soviética a su pueblo. No es un fusil, tanque o cazabombardero aunque suene a eso. La marca es, por el contrario, sinónimo de bienestar, pues designa un artilugio que lo mismo cura una lesión que alivia el calor. Eso además de limpiar la ropa, ya que la Aurika 70 no es sino una vieja lavadora-secadora rusa. De la importancia del electrodoméstico supimos en una casa particular (hostería) de Viñales. El dueño no salió a recibirnos porque estaba "dándose un hidromasaje". ¿En casa? "Sí, sí, pasen a verle", invitó la esposa. Y lo vimos. ¡El hombre tenía la mano izquierda metida en una lavadora! De carga superior, menos mal.

No era una ocurrencia. Como nos dijo el paciente, su fisioterapeuta le había prescrito "tres sesiones diarias de Aurika". Al parecer, el programa de lavado produce una marejada de prodigioso efecto rehabilitador en casos de fractura o desgarro. Más tarde comprobamos que la receta es común en Cuba, incluso para lesiones en los pies aunque haya que encaramarse a la máquina.

Había más. Como muchos otros cubanos, nuestro hospedero había cortado verticalmente su Aurika para separar la parte de la secadora, aquí prescindible, y convertir su motor en fuerza motriz de un ventilador. El ingenio producía "tremendo ciclón" - lo verificamos-,una vez acopladas las correspondientes aspas. "El problema es que, o pones un buen soporte, o el aparato echa a andar por la casa, así tenga cable", advirtió el hombre mientras mostraba la cubeta de la secadora transformada en maceta y un cenicero de pie hecho con un pistón de coche y un trípode.

Carlos, el mecánico, nos explicaría una aplicación más sofisticada del rústico ventilador: la de pieza central de un equipo de aire acondicionado, con un televisor Krim - también soviético-como carcasa. Para producir el frío, se coloca un bloque de hielo entre el ventilador y lo que fue la pantalla de la tele, y en esta se instala una rejilla que orienta el aire.

El último uso creativo de la Aurika del que tenemos noticia corresponde a la última y fructífera campaña del tomate. Los planes de incremento productivo desbordaron previsiones y capacidad de cosecha y explotación; en especial por falta de maquinaria para transformación y conserva. Campesinos y comerciantes de medio país volvieron a tirar de Aurika, esta vez como batidora gigante gracias a sus potentes aspas laterales. El tomate así triturado se introducía luego en botellas de cristal, se sellaba con cera y se pasaban al baño maría para una larga conservación.

La improvisada trituradora prestó un servicio al país, aunque no evitó que cientos de toneladas de tomate se pudrieran en el campo. El "tremendo ciclón" con motor de secadora es en cambio un objeto prohibido desde que, en el 2005, Fidel Castro salió en la tele para lanzar una amplia campaña de ahorro energético que implicaría la caza y captura de aparatos artesanales, en particular los ventiladores Aurika, esos "devoradores de electricidad", dijo. Su orden no siempre se cumpliría, como se ve, aunque un año después anunciara la sustitución de un millón de ventiladores clandestinos por otros "ahorradores".

El Gobierno también distribuyó jarras eléctricas de bajo consumo para hervir agua. Pero la operación se paró en meses, cuando la autoridad detectó su uso "en fines no previstos que generan consumos por encima de lo calculado". ¿Que pasó? Muchos cubanos habían convertido la jarra en calentador para la ducha. Las instalaciones son dignas de ver. La jarra aparece conectada al enchufe más cercano y acoplada al último tramo de la tubería. El agua corriente entra fría en el recipiente para, una vez mezclada con el que hierve dentro, retornar al tubo ya templadita antes de llegar a la pera.

Ventilador y trituradora Aurika o ducha eléctrica forman parte de un repertorio inconmensurable de chapuzas y apaños creados en la Cuba de los últimos años bajo el triste estímulo de las privaciones. Unas carencias que afectan sobremanera al transporte.

No en vano la crisis sobrevenida con el fin de la URSS y el endurecimiento del embargo tiene como símbolo el camello: monstruo del transporte colectivo consistente en una cabina y dos contenedores de camión acoplados.

El camello, ya en vías de extinción, fue una creación oficial. Pero no así el popular rikimbili,blanco de frecuentes batidas policiales. Se trata de una bicicleta enriquecida con el motor sustraído a una mochila de fumigar. Estas bicis empezaron a volar tan a sus anchas como los insectos indebidamente salvados por el robo de fumigadoras. Las redadas casi las erradicaron, pero aún quedan.

A medio camino entre camellos y rikimbilis,entre lo legal y lo furtivo, los coches son el máximo exponente de la ingeniería popular cubana. Ahí nunca hubo guerra fría. Imponentes automóviles del imperio tipo Buick, Dodge o Chevrolet de los 50 sobreviven gracias a un continuo trasplante de piezas extirpadas a los Lada, Mosckvich o Volga rusos. El promiscuo tráfico de recambios alcanza ya a carros europeos y asiáticos que tampoco escapan del canibaleo (despiece) al que todo vehículo es sometido en Cuba cuando por robo o siniestro total queda fuera de circulación.

Todo lo que rueda en la isla es carne de cirugía mecánica. Y eso también incluye bicitaxis, carros de compra, calesas... Y carromatos cuya fabricación con ruedas arrancadas a contenedores de basura tiene sucias consecuencias.

Otra rama de la subrepticia artesanía local son las antenas de radio y televisión para captar señales prohibidas. Cientos, quizá miles de terrazas de La Habana acogen las más extravagantes formas de disidencia tecnológica. Destacan las parabólicas hechas con sartenes, bandejas de aluminio o sombrillas, así como las antenas radiofónicas a base de perchas o agujas de coser que desde los 90 traen aquí el rap o el reguetón de las emisoras de Florida.

También la alimentación y la cosmética dan cuenta del ingenio doméstico a la cubana. La utilización de químicas golfas e ingredientes bastardos en la gastronomía y el aseo fue práctica extendida en los 90, y ya casi erradicada. Pero en confección y peluquería todavía se ven creaciones y aditamentos curiosos y más inocuos. Zapatos de hojas de planta y bolsos fabricados con abridores de latas son ejemplos de reciclaje y uso de materias naturales que tal vez una pasarela europea exhibiría como piezas de vanguardia, pero aquí son hijas de la escasez... Como de manera más tosca lo atestiguan, con glamur cero y ternura infinita, los rulos para el pelo que muchas mujeres se hacen con los cilindros de cartón del papel higiénico o hasta con trozos de tubería de PVC.

Los cubanos carecen de casi todo, pero casi todo se lo inventan. Menos la comida, claro está.

Foto: Bicitaxi a Centro Habana (Teresa Amat, desembre 2005). Cliqueu-hi per veure'n els detalls.

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